Descubriendo al Papa Francisco

Nos lanzamos a emitir juicios de valor sobre lo divino y lo humano pero, ¿realmente hemos recabado toda la información necesaria para hacerlo o nos dejamos llevar por las tendencias de los creadores de opinión?. ¿Qué sabemos realmente del papa Francisco?

 

Un día cualquiera, mi mujer me sorprendió con un acto de sublime generosidad. Una amiga suya de “religiosidad superlativa” le había recomendado una biografía sobre el Papa Francisco, “El Gran Reformador” (Austen Ivereigh). El “folleto” en cuestión contaba con más de 600 páginas y un tamaño minúsculo de letra. Ella, derrochando espíritu evangelizador, aseguró a la prescriptora: “este le va a encantar a mi marido» y me asignó la tarea de “trabajar” el libro. Obviamente me quería tener entretenido.

Debo decir que, una vez terminado el libro, ha sido gratificante comprobar cómo mis juicios apriorísticos sobre Su Santidad estaban equivocados en su mayoría. Es complicado cubrir toda la trayectoria desde que Bergoglio decidió dedicar su vida a Dios a los 17 años hasta su elección como Cabeza de la Iglesia, en no más de 1000 caracteres, así que me limitaré a citar algunos puntos para despertar el interés de todos aquellos que, como yo, emiten juicios viciados sobre el líder espiritual al que todos los católicos debemos respeto y obediencia.

Es indiscutible que su trayectoria lo ha posicionado siempre en contra del discurso liberal, pero también lo ha hecho respecto del discurso marxista. Su radicalismo lo debemos entender como una apuesta por la vuelta al catolicismo tradicional, a las raíces doctrinales; volver nuestros ojos hacia los pobres, no olvidar la génesis del pensamiento cristiano. En esto coincide plenamente con la línea de pensamiento de sus antecesores.

Es importante señalar que ha insistido constantemente en la integridad de la doctrina católica, y lo ve como una parte esencial de la lucha contra el relativismo, principal tentación contra la que debe luchar el católico del mundo desarrollado. De hecho, apoya sin fisuras la parte más conservadora del Concilio Vaticano II, como lo hace su amigo y predecesor Benedicto XVI. Ese apoyo incluye la acción de disciplinar al clero, pues considera que ha fracasado en su misión de transmitir la citada doctrina.

Meridianamente claro es también con el aborto, tema tan trivializado por el catolicismo liberal. Afirma que todo ser humano es un fin en sí mismo y no un medio para resolver otras dificultades; y añade que si cayera esta convicción, los derechos humanos quedarían sometidos a los intereses del nuevo orden mundial.

“Todo niño que no nace y es injustamente condenado a ser abortado, lleva el rostro de Jesucristo” Papa Francisco.

En cuanto a la anticoncepción artificial, siempre se ha alineado con Pablo VI cuando la prohibió expresamente en “Humanae Vitae” (1968). Siendo esta una de las cuestiones que siempre ha enfrentado a católicos liberales y conservadores -terminar con las diferencias entre ambas facciones es uno de los objetivos de su papado-, ha sido muy explícito afirmando que no es la doctrina la que tiene que adaptarse a los cambios culturales, antes bien, los cambios culturales deben producirse guiados por la doctrina.

También demuestra tolerancia cero con los abusos perpetrados por religiosos, manifestando que es equivalente a celebrar una misa satánica.

“Santo Pueblo fiel de Dios”

Esta es una expresión clave de su pensamiento. Piensa que la Iglesia debe volver a sus raíces, despolitizarse y enfocarse hacia los pobres. Nos llama a salir a la calle y evangelizar, a salir de nuestra zona de confort y recuperar la vocación misionera que todo católico ha de tener.

Quizás esta propensión a la justicia social es lo que disgusta tanto a la derecha liberal, aunque el hecho de no avalar las teorías marxistas -por considerarlas contrarias a la dignidad humana- disgusta también a las izquierdas.

No deja de ser contradictorio que haya sido acusado tanto de colaborar con la dictadura militar argentina como de ser amigo de marxistas, de ser considerado “el Papa de las Villas Miseria” y también el “Papa de la dictadura”. Es tan disparatado como decir que alguien es “ultraconservador” primero para luego tacharlo de liberal, demostrando cómo los juicios están viciados por el utilitarismo de una “mundalidad espiritual”.

Precisamente esta “mundalidad espiritual” – donde los católicos liberales llaman retrógrados a los conservadores, y los católicos “piadosos” parecen glorificarse más a sí mismos que a Cristo , acusando a los liberales de falta de pureza doctrinal-, es también denunciada por el Santo Padre, que nos pide teorizar y enjuiciar menos, y evangelizar más. Nos pide unidad de acción y criterio.

Económicamente socialcristiano

Otra de las cuestiones que le asegura la crítica del espectro más liberal del capitalismo, es su condena a ese sistema de mercado que posibilita el enriquecimiento de unos pocos a expensas de muchos. No critica el mercado en sí, sino la falta de filtros que genera una idolatría hedonista del sistema y lo desviste de humanidad, desterrando el alma de la actividad económica.

Propugna así cierta intervención del estado para regular la ambición humana, una “vuelta de la economía y las finanzas a una ética a favor del ser humano”. Pero esto no puede entenderse de ninguna manera como una oposición a la economía de mercado, sino más bien como una crítica al capitalismo salvaje de origen anglosajón, que no tiene en cuenta a la persona. Es una llamada a recuperar la justicia social en la actividad económica, a vestir al mercado de humanismo cristiano.

Con seguridad estamos ante una oportunidad única de resolver las diferencias entre católicos liberales y católicos conservadores, una oportunidad de oro para desterrar el fariseísmo implantado y  volver a la misión evangelizadora para la que fuimos llamados.

Para ello no debemos dejarnos influenciar por las huestes mediáticas que solo buscan dividirnos para debilitar el cuerpo de la Iglesia. Convenzámonos -sin sombra de duda-  de que el Espíritu Santo es quien determina la gobernanza del catolicismo. Tenemos que creer que Dios escribe derecho con renglones torcidos y que solo haciéndonos muy pequeños se nos revelará la Verdad que nos hará libres.

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