Tres dimensiones para la Integridad

Generalmente ponemos el acento en la formación profesional de nuestros hijos, pensando que es la base para que consigan una vida plena. ¿No nos estaremos equivocando? Este post podría ayudar a que «fijemos el norte» en este tema.

Una calurosa tarde previa al confinamiento, estábamos en un conocido bar de Sevilla. Como pasa en muchos otros, el atractivo que tiene el local es la calidad de los productos que se degustan, pues las mesas estaban prácticamente unas encima de las otras. Eso es aprovechar bien el espacio. Hay que estar muy concentrado en la conversación de tu reunión para no prestar atención a las de las mesas adyacentes. Aun así, esta vez, la conversación de la mesa de nuestra derecha captó mi atención.

Hablaban sobre los criterios que hay que tener en cuenta en la educación de los hijos.  Uno de ellos sentenció de forma vehemente que su única ambición en la “educación” de sus hijos era que fueran unos excelentes profesionales, los mejores. Apoyaba su afirmación en que, según él, tener un trabajo bien remunerado, una buena casa y un buen coche, da tranquilidad para conseguir todo lo demás.

¿Y las virtudes humanas?

Viendo un vídeo que circula por internet del juez Calatayud, me entero que el problema de la violencia de hijos hacia padres es un problema casi exclusivo de la clase media, media alta, es decir, clases que, por lo general, tienen cubiertas estas necesidades. Entonces, ¿por qué surgen estos conflictos?

La mayor parte de los errores  de educación que vemos en la actualidad, vienen, según parece, de la poca calidad del ejemplo que se ha venido dando en las casas en los últimos años. Si los jóvenes no han interiorizado en sus familias un comportamiento cimentado en virtudes humanas, es muy difícil que desarrollen un comportamiento basado en la rectitud y en las consecuencias que cada acción puede tener para el prójimo.

El ejemplo es el mejor y más rápido método de formación en virtudes humanas

Al prevalecer opiniones como la expresada por nuestro “vecino de mesa”, citado al inicio de este post, se establece el criterio del “tener” sobre el criterio del “ser”, materializando a la persona, vaciándola de contenido. Esto incide directamente en la estructura social en la que nos movemos, en todos los ámbitos de nuestra vida -política, finanzas, deportes, trabajo, negocios en general…- y hace que se diluyan las líneas rojas que separan el comportamiento recto del comportamiento ventajista e inadecuado.

Es cierto que la dimensión profesional es muy importante, pero antes se han de tener sólidas bases en otras dos dimensiones que determinan el tipo de persona que seremos: la dimensión humana y la dimensión trascendente.

La formación profesional únicamente, no nos permite desarrollarnos plenamente como personas. Necesitamos formarnos en una dimensión humana y asentarlo todo en una  trascendencia que actúe como base de las anteriores.

La  trascendencia se ha de entender en dos sentidos: el que nos responde a las preguntas de quienes somos y el por qué de nuestra vida, y el sentido de nuestra relación con Dios (dimensión religiosa)

En todo caso, y por aclararnos, ¿de qué sirve ser una persona exitosa profesionalmente y con un gran nivel económico, si continuamente  se retrasa la llegada a casa y no se atiende plenamente a la familia por lograr ese éxito efímero? ¿Y si falla el trabajo, la actividad laboral? ¿Nos hundimos o nos agarramos a algo? Este es un ejemplo claro de la importancia superior que tiene la dimensión humana sobre la profesional.

Y si falla la familia…

Aun así, podría ser que la vida familiar, por las razones que sea, se torne complicada, estéril. En este caso, si falla la familia ¿qué queda…?. La formación humana es responsable de los valores y virtudes que impactarán en nuestra relación con el prójimo, y el que haya sembrado vientos…o no haya sembrado…

La relación con el entorno,  especialmente el entorno familiar como núcleo de la estructura social, ha de dotarnos de equilibrio , paz y consuelo  cuando aparecen reveses (en este caso profesionales). Sin embargo, múltiples circunstancias que no analizaremos ahora pueden hacer que este “salvavidas” al que deberíamos agarrarnos se esté hundiendo…entonces… La solución la formula SS el Papa Francisco: 

“En las horas más oscuras de la familia, la unión con Jesús puede evitar una ruptura” 

Nuestra vida debe estar asentada en un Ente Superior que nos sirva de soporte cuando nada nos queda. El Bien Supremo es la base de nuestros éxitos profesionales y humanos. Es el consuelo de nuestros contratiempos, la Fuerza que nos hace relativizar lo superfluo. Esto constituye la dimensión trascendente religiosa de la persona.

La parcela trascendente, espiritual, nos debe llamar a la generosidad – material y especialmente de nuestro tiempo-, no limitar nuestros objetivos a intentar mantener la armonía en nuestros círculos más próximos. Demanda una proyección mayor, con altruismo, implicarnos en conseguir mayores cotas de Justicia Social.

Es absolutamente ejemplar el equilibrio y la serenidad de aquellas personas que  entregan su vida para servir a los demás -organizaciones laicas y religiosas-, renunciando a las comodidades y expectativas de vida al uso.

Estas personas son la  prueba palpable de que la dimensión trascendente es la base sobre la que se sustentan las demás.

 ¿Cómo desarrollar nuestro potencial trascendente?

Tratando de solidificar nuestra formación espiritual. Llenando nuestro depósito de convicciones que nos impulsen a cultivar la generosidad y la madurez. Convicciones que nos protejan de los bombardeos constantes de una sociedad netamente materialista que estamos obligados a intentar mejorar.

Una formación integral, completa, no puede desatender ninguna de estas tres dimensiones, profesional, humana y trascendente.

Ante el acoso constante del Nuevo Orden Mundial, que trata de convertir a la sociedad en una suerte de individuos estándar, insensibles y egoístas, tenemos la responsabilidad de cultivar estas tres dimensiones para salirnos del pretendido rebaño.

Pero bueno, la teoría es muy fácil, y conocerla no es garantía de ejemplaridad. Todos conocemos el código de circulación y “que tire la primera piedra”…Probablemente escriba esto para convencerme de que tengo que ponerme las pilas…y hay tantas ocasiones para crecer…

12 opiniones en “Tres dimensiones para la Integridad”

  1. Que razón llevas. Además de lo que dices muchos padres por no perderse una salida, unas copas con los amigos, un viaje. …… Han procurado no tener problemas con los hijos y para ello los han dejado hacer.
    Para una buena educación con valores de todo tipo hay que estar encima de de ellos y «perderse» algunas cosas con las que disfruta riamos pero a la larga lo haremos transmitiendo grandes y verdaderos valores a los descendientes. Seguro que se disfruta mucho más viendo el resultado en ellos

  2. Que razón tienes Antón, lo q pasa q hemos ido de un extremo al otro a lo largo de nuestra vida, actualmente sólo se piensa en el triunfo y en el tener, no se mira al prójimo, la solidaridad, el respeto y la formación humana han pasado al segundo lugar. La sociedad, si no estás en guardia, nos lleva a la situación donde nos encontramos. Un abrazo y tus pensamientos y comentarios haber si nos van encaminando más al norte espiritual, fácil no es.

    1. Cierto Luis Mari. Precisamente tu eres de una tierra donde mucha gente ha estado callada demasiado tiempo. Sabes mejor que nadie que callarse es otorgar y que hay que tomar una actitud activa. Es como cocinar, no hay que perderle la cara!! Un abrazo Chef!!

    1. Gracias a ti, Yvonne, por tu activismo en estos temas. Los que os dedicáis profesionalmente a esto sabéis mejor que nadie lo mucho que hay por hacer. Las redes sociales nos ofrecen una oportunidad increíble para poder levantar la voz y debemos aprovecharla para que el Nuevo Orden Mundial no nos avasalle.
      Un abrazo y enhorabuena por tu blog.

  3. Antón, me ha gustado mucho lo que has escrito. Realmente es triste ver cómo muchos se encaminan a una vida de sonrisa Prfidén (perdón por el uso de la marca) mientras el interior se asemeja a las casas del terror de las ferias. No se trata de hacer bien cosas ni de cumplir expectativas ni de seguir unas reglas, sino de dar a los hijos herramientas para que puedan vivir con paz interior en un mundo que no es de príncipe azul. Felicidades por tu artículo.

  4. Buenas tardes Antón.
    Los comentarios a tu escrito ya lo han dicho todo, pero me quedo con el que ha aludido a tu valentía. Hay que ser muy valiente en la actual sociedad española para expresarse así, reivindicando los valores esenciales sobre los cuales construir y formarte como persona y lo más importante, a nuestros hijos.
    Estos valores que están en el ADN de nuestra sociedad, están sufriendo un furibundo ataque por ciertos responsables de administraciones públicas y determinda prensa que los tergiversa conduciendo a esta sociedad al borde del barranco.
    Por desgracia, en estos momentos reivindicar estos valores nos convierte en fachas, retrógrados, franquistas, etc, etc.
    Lo único que podemos hacer es no rendirnos, luchar para que nuestros hijos sean buenas personas y como bien dices, no olvidarnos de crecer todos los dias y pasar los principios de la teoría a la práctica.
    Gracias y un abrazo.

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