Un novato en Mountain Bike. Post vacacional.

No tomarnos demasiado en serio facilita la vida hasta límites insospechados. Esta época estival, en la que el ocio insustancial nos puede jugar malas pasadas, nos ofrece una oportunidad incomparable para convertirlo en hábito. Tendremos más ocasiones de las que creemos para reírnos de nosotros mismos…¡¡magnífico remedio contra el posturéo!!

La vida es un largo proceso en el que no paramos de aprender, y es así hasta para los que creen que lo saben todo. Cualquier actividad es formativa si sabemos abrir los sentidos a lo que nos puede trasmitir. Yo, montando en bicicleta, encontré una buena oportunidad para divertirme riéndome de mi mismo.

En septiembre pasado, a traición y sin previo aviso, mi mujer me comunicó que me había apuntado a un gimnasio. Pensé que lo hacía por mi salud mental –dicen que se combate muy bien el estrés y se logra un mejor equilibrio emocional- aunque en realidad creo que me veía un poco sobrado de kilos.

Estoy seguro que no calibró bien la operación y no cayó en que, si me tomo algo en serio, puedo llegar a ser muy cansino.

Comencé a practicar cyclo indoor, lo que toda la vida ha sido bicicleta estática con monitor. Los primeros días, era tal la intensidad con que me lo tomé, que pensé que dejaría viuda e hijos. Afortunadamente no llegó la sangre al río y fui encontrando forma física poco a poco.

Como nos suele pasar a los que vamos llegando a la cincuentena y creemos  (porque retomamos el deporte) que seguimos teniendo treinta años, quise dar un pasito más e imitar a uno de los ídolos de mi reciente juventud, Miguel Induráin.

En una vieja casa que tienen mis padres en una pedanía de Vejer de la Frontera, arrumbada entre las bicicletas de los nietos (de mis padres, no míos) había una vieja mountain bike –bicicleta de montaña en español- que mi cuñado, @Luishuete, compró en su momento. No debía ser mala en sus tiempos porque mi cuñado nunca ha sido aficionado a la mediocridad.

Comencé a devorar kilómetros de pistas rurales. Primero ocho, luego quince, más tarde veinte…y ahora paso de los treinta. Voy solo y compito contra mi. Competir contra uno mismo es muy agradable, porque si vas perdiendo te inventas alguna excusa, aflojas y acabas ganando siempre…

Mi atuendo…

Siempre fui partidario de que existe un atuendo adecuado para cada actividad – chaqueta y corbata para el asesor financiero, clairman para el sacerdote, mono para el mecánico, uniforme reglamentario para el militar, policía, bombero…- y sin embargo esta vez me lo salté a la torera.

En “mi” vieja BH Coronas – utilizo el posesivo con la bicicleta porque  la he devuelto a la vida-  me desplazo disfrazado de un híbrido entre tenista de los años noventa -con unos calcetines a media caña WILSON y unas ADIDAS del año 1999 (hoy no las lleva nadie)-  y chulo de piscina -con unas RAY BAN envolventes sujetas con una cinta de DECATHLON-. También llevo una sudadera de tenis NIKE que me regaló mi amigo @Benitopb (Dedicado a la Comunicación de deportistas de élite) y que me “conecta” con los tiempos actuales.

Vámonos de paseo…

En una de mis “excursiones” por una cañada de ganado (asfaltada!!), mientras atacaba una leve pendiente con un desarrollo flojo (esto es para que veáis que voy sumergiéndome en el lenguaje ciclista) me sobrepasaron tres «Pericosdelgado» con sus bicicletas de carretera hechas de carbono. Debían pesar muy poco porque los tíos ni sudaban y pedaleaban a placer.

Perfectamente ataviados con sus cascos “Bell”, zapatillas “Shimano” y culottes “Mobel” milimétricamente encajados en sus depiladas piernas (supongo que sería para ganar aerodinámica), me soltaron un displicente “adiosssssss” cuando pasaron a mi altura ( tremendo esnobeo ciclista).

“Cabrones!”, pensé yo. Buscando en lo más hondo de mi alma rural, les contesté con un fuerte, profundo y gutural “jjjaaayyyyyyyyy, epaaaaaaaa!!!!” que los hizo estallar en carcajadas.

No sé si sabrían quién fue Valle Inclán pero, de saberlo, habrían identificado aquel deportista rural montado en una vieja bicicleta de montaña (o sea, yo) con el esperpento. Desaparecieron en cero coma…

A partir de ahí el paseo se me hizo mucho más grato. Se me fue ocurriendo este post mientras me reía de la imagen que se les quedaría grabada a los “semi-profesionales” de la bicicleta de fin de semana que me adelantaron, y como comentarían luego alrededor de unas cervezas sobre el mayeto disfrazado que les saludó como si estuviera arreando ganado.

Reírse de uno mismo nos descarga de tensión, hace la vida más agradable a los demás y predispone a la pobreza de espíritu.

Por cierto, nueve meses y unos cuantos kilos menos más tarde del acto de traición de mi mujer al apuntarme, taimadamente, al gimnasio, la tengo presionándome para que no haga tanto deporte (que no tengo edad) y para que engorde….como dice un amigo rural que tengo,«desde que tengo potra, no he visto otra»!!!

Y para aprovechar las vacaciones, recomiendo un libro de Lawrence G. Lovasik titulado «El poder oculto de la amabilidad». Puede predisponernos mejor a reírnos de nosotros mismos sin apuro. Descansad en vacaciones!!

8 opiniones en “Un novato en Mountain Bike. Post vacacional.”

  1. Ganas de verte, adelgaza un par de kilos que en Sanse te esperan los mejores pinchos del mundo y los guisos de tu adorada suegra!

  2. Anton debo reconocer que ademas de hacerme reír un rato, me he sentido identificado pues yo hago lo mismo con mi bicicleta vieja por los caminos entre Montequinto y Dos Hermanas. Un fuerte abrazo, oraciones y a seguir disfrutando del verano por la Provincia de Cadiz

  3. A los van vestidos como tu encima de la btt les llamamos globeros. Por tanto, puedes crear el blog del globero. Ten mucho cuidado amigo Anton que nos falta mucho camino por recorrer.

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