El Hombre-Lobo

«Sola y borracha quiero llegar a casa» Lema absurdo, básico y soez para anular a la persona. Es preferible la sobriedad y la compañía, haciendo uso de la libertad que emana de la responsabilidad.

No lo voy a negar. No sería honesto. Todos hemos sido jóvenes y  algunos hacemos esfuerzos por seguir siéndolo. O por creer que aún lo somos. De joven me transformé, no pocas veces, en hombre-lobo.

La vida te hace evolucionar pero todavía, alguna vez, el dios Baco consigue abrir la jaula donde encerré a la bestia y la libera. Esta España donde vivo, te ofrece múltiples oportunidades para soltar al cánido. Afortunadamente la edad hace que las afrontemos con mayor responsabilidad y serenidad.

Hombre o bestia

Dios nos diferenció claramente de los animales haciéndonos seres espirituales. Junto al alma, nos concedió la increíble posibilidad de ser libres. Esta libertad es la que nos permite escorarnos hacia nuestro lado animal o hacia nuestro lado espiritual…y algunas veces, seguro que nos habría venido bien que nos ataran con collar y correa.

A medida que ganamos en experiencia nuestra parte espiritual se va imponiendo a nuestra parte animal. Educación, formación y experiencia, van relegando nuestro lado salvaje al fondo de la jaula. Nos ayudan a controlar las pasiones e instintos animales básicos, a saber, el instinto de conservación propia y el instinto de conservación de la especie, de reproducción.

Probablemente los desórdenes más habituales y comunes sean los relacionados con la   conservación propia, comer y beber. El segundo, beber, puede tener terribles consecuencias en tanto que su abuso puede atentar contra nuestra capacidad de elección en el ejercicio de nuestra libertad. Efecto burundanga.

¿Una copita? Claro, pero cuidado con terminar existencias.

Desde que tengo hijos (término neutro que incluye a ellos y ellas) una de mis mayores preocupaciones ha sido el tema del alcohol. No hay forma más fácil de liberar al animal que llevamos dentro que pasarse con las copas…y esta frontera no tiene concertinas

Posiblemente sea este el instinto básico de conservación que en más ocasiones nos aproxima al animal. A medida que vamos consumiendo más alcohol, vamos perdiendo criterio para hacer uso del mayor regalo que Dios nos hizo: la libertad. Esto desemboca en seres sin voluntad que se rigen por instintos animales de toda índole. Las consecuencias pueden llegar a ser muy graves y van desde lesiones físicas  -cuando la bestia que se suelta es agresiva-, hasta embarazos no deseados, si el exceso de copas nos lleva a liberar nuestro sensual instinto reproductivo.

Como si no comiéramos nunca…

De las tres pasiones tratadas, comida, bebida y sexo, quizás el exceso en el comer sea la más inocua en cuanto al prójimo. Para la propia persona puede tener consecuencias sociales y físicas, pero estas consecuencias son menos graves que las que pueden generar el uso y abuso del alcohol o el desorden y arbitrariedad en el instinto reproductivo.

Un exceso de peso, el deterioro de la salud nutricional  o la mala educación y el ansia en la mesa,  son consecuencias del desorden alimenticio relativamente fáciles de corregir.

Un ojo perdido de un botellazo, un navajazo en mal sitio o una desagradable cicatriz, por no ser capaces de elegir libremente evitar una pelea dado nuestro estado de embriaguez, será malos recuerdos que nos acompañará el resto de nuestra vida.

“Se me acabó el amor de tanto usarlo…”

Y al llegar al tercer instinto animal primario toca hablar del amor. Creo que la tonadillera no sabía lo que decía cuando cantaba esto. No creo que fuera el amor lo que se le acabara de tanto usarlo. El amor maduro no se acaba, en todo caso se transforma. Sí puede acabarse la atracción física, primera etapa del amor en la que no interviene la voluntad. Lo mismo pasa con la siguiente etapa, el enamoramiento, donde a pesar de que aparecen los sentimientos sigue sin aparecer la voluntad. Solo en la tercera etapa del amor, la del amor maduro, aparecen inteligencia y voluntad. El instinto reproductivo se reviste de humanidad y se despega definitivamente de su componente animal. Aparece íntegramente persona.

Cuando el instinto reproductivo no está acompañado de ese componente de humanidad, pasa a ser un acto que en nada nos distingue de los animales, del apareamiento. Si añadimos cualquier aditamento que reduzca aún más nuestra capacidad de elegir libremente con criterios razonables (bebida, droga…), la bomba puede tener consecuencias materiales e inmateriales que se convertirán en compañía no deseada para el resto de nuestra vida, cercenando, desde etapas de juventud, hasta familias consolidadas.

Y ahora, ¿qué?

Personalmente he conseguido ir ordenando conceptos que conocía, aunque difuminados con otros, lo que los hacía menos efectivos. En cada ocasión tendremos que elegir si queremos que permanezca la persona o soltamos al hombre-lobo, si nos regimos por los instintos o permitimos actuar a la razón, si nos guíamos por el rabioso corto plazo o tenemos en cuenta las consecuencias posteriores. ¿Y si tocara cambiar hábitos?

Os dejo, en tono distendido, este vídeo relacionado con el tema, «La Fiesta Medieval».

6 opiniones en “El Hombre-Lobo”

  1. Un post para reflexionar sobre lo bueno y lo malo de comportarse como un hombre libre o como un animal sin libertad. Creo querido amigo Antón que mientras las cosas no sean en exceso (y algunas en exceso no son tan poco malas, como el amor puro) todo es correcto y que no debemos de caer en esa falsa idea de si no bebo, no fumo, no me doy homenajes de comida voy a ser mejor. La mayoría de la gente que desde un principio me ha dicho -ni fumo, ni bebo, hago deporte, me cuido mucho, no voy de caza ni me gustan los toros ;.-)- siempre al final son seres que algo raritos son, cuando en el peor de los casos un vicio peor esconden. Desde luego llevas razón en el tema del alcohol y de las drogas, del pasarse con la comida, pero soy de la opinión que de vez en cuando, en buena compañía y siempre sin pasarse en exceso, bien merece la pena darnos un respiro de tanta falta de libertad en un mundo actual donde ni siquiera los hombres podemos disponer de nuestras propiedades como deseamos, donde se nos exige por encima de lo ético y donde las injusticias campan por doquier. ¡Que buenos los Nikis!

    1. Claro Rubén, en el término medio está la virtud. Es cuestión de sentido común…y desde luego «todos nos hemos revolcado en algún charco», aunque no es para enorgullecerse sino para tomar nota. Abrazo.

  2. Antón me ha encantado tu reflexión y razón tienes pero todos en algún momento en algo hemos caído, incluso repitiendo caída. Un abrazo

  3. Creo que todo lo que cuentas es interesante. Lo que más me ha aportado es lo del amor maduro, y es que ya nos va tocando… a ver si no la cagamos ¡

    Un abrazo.
    Daniel

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