La ganadería brava como empresa

Estamos en un escenario apocalíptico para la ganadería brava. No se trata de tener cerrado el negocio uno o dos meses; se trata de la imposibilidad de vender el producto durante un ejercicio completo. Se avecinan tensiones de liquidez. Cuidado que vienen curvas.

En la actual coyuntura económico-social, las empresas están tomando decisiones estratégicas para no quedar expulsadas del mercado. Cualquier actividad que pueda ser considerada empresarial se ve obligada a reposicionarse si quiere subsistir, a adaptarse a las nuevas circunstancias del mercado para no quedar atrapada en la trampa de seguir con procesos del pasado, a reducir y eliminar cualquier elemento que le impida  una rápida adaptación, que la lastre haciéndola pesada, vulnerable, inflexible ante los constantes cambios que suceden en los mercados y que, a partir de ahora, serán mucho más rápidos y constantes.

En esta línea argumental podemos señalar la Ganadería Brava como un caso aparentemente particular y concreto, pero con múltiples nexos gestores que hacen que su manejo se deba guiar por patrones similares a los de la gestión y administración de cualquier empresa de otro sector.

¿Es realmente una empresa?

Dentro de los mitos que algunas personas relacionadas con el mundo del toro se empeñan en mantener (en la creencia de que así elevan la consideración de la selección y cría del toro bravo) está el hecho de sostener que la ganadería brava no es una empresa.

Muchos ganaderos no se han ocupado de conocer cuanto les cuesta exactamente poner el “producto” en el mercado. No les preocupa el impacto económico que la cría y selección del toro bravo pueda tener en sus finanzas. Pero no es menos cierto que el beneficio (sea tangible o intangible) que perciben por ser ganaderos debe superar el coste económico y el ¿sacrificio?, sinsabores y desvelos que este hecho pueda acarrearles.

Me gustaría, a través de estas breves líneas, mostrar las similitudes entre la gestión y administración de empresas y la selección y cría del toro bravo. Para ello creo fundamental diseccionar la actividad de selección y cría de toros bravos para ordenar las actividades y procesos seguidos.

Partamos de la base del orden estructural de cualquier ganadería y comparemos sus funciones con las de cualquier departamento de una empresa industrial, agrícola o de servicios.

Las divisiones que forman la columna vertebral de una ganadería brava son la Selección, Alimentación, Sanidad, Comercialización y Sostenibilidad, divisiones que pasaremos a analizar un poco más en detalle a continuación y donde, en aras de mostrar las similitudes, utilizaremos un lenguaje común a todas las empresas productoras de bienes y/o servicios.

Selección

En esta división se definen las características del producto. No se trata simplemente de conseguir algo parecido a lo que hay en el mercado, de hacer un “copia-pega”; se trata de definir aquellos caracteres que harán a nuestro producto único, de encontrar el hecho diferencial que hará que no sea otro más en el mercado, un hecho que facilite en gran medida el trabajo de los departamentos de Comercialización y de Sostenibilidad.

Cabe destacar que para que este departamento -que en cualquier empresa convencional se llamaría “Investigación y Desarrollo”- funcione de forma correcta y eficiente, ha de tener una dotación acorde con la dimensión productiva de la empresa (número de vacas de vientre que tenga la ganadería). Requiere un volumen de inversión (sementales en activo) que permita la rápida adaptación del producto a los cambios del mercado.

Aquí es muy importante considerar el producto como de ciclo largo. Como el producto (toro) tarda 4 años en ser apto para el consumo (lidia), este departamento se ha de preocupar de averiguar que querrá el mercado cuando el producto se consuma, trabajar en un futurible con la posibilidad del consiguiente margen de error.

Alimentación

Una vez definidos los caracteres del producto hay que preocuparse de materializarlo. Entramos en el departamento de Producción.

La importancia de este departamento es equivalente a la del nutricionista de un deportista de élite. Una alimentación adecuada es fundamental para que el producto (toro) llegue a un estado ideal para acceder al mercado (lidiarse) y consumirse (lidia).

Un deportista de élite se apoya sobremanera en su nutricionista para conseguir la fuerza y resistencia que le exigirá la competición; un toro con más razón, ya que su lucha es física y es por ello que la alimentación cobra una importancia capital.

Sanidad

Relación concurrente con el anterior cumple la función del departamento de “Control de Calidad”.

Imaginemos a un futbolista de élite con 25 kilos de sobrepeso, con 40º de fiebre o con una afección hepática, ¿rendiría lo mismo que en perfectas condiciones?

La función de este departamento es  imprescindible en una ganadería, pues sin ella el producto podría llegar defectuoso al mercado.

Para hacernos una idea de la importancia que tiene, imaginemos qué pasaría con una ganadería que año tras año enviara toros “podridos” a las plazas, o tan pasados de peso que no se pudieran mover, o con los pitones tan frágiles que siempre salieran “escobillados” de los corrales. ¿Se imaginan ustedes qué pasaría a un vino de prestigio si llegara al mercado invariablemente “picado”?

Comercialización

Nadie elabora un producto para llenar almacenes e inventariarlo para siempre. El toro, al igual que el vino, tiene su momento idóneo para ser consumido en condiciones óptimas. En este departamento, por tanto, se trabaja con dos variables esenciales: tiempo y precio.

Tiempo: De importancia relativa cuando el producto sirve para constatar hechos al departamento de Selección. Para saber si un semental o una vaca concreta “produce” animales con los caracteres buscados se consumen sus productos en la mitad del periodo de maduración, es decir con dos años. De esta forma se puede constatar con antelación si la alquimia (semental y vaca de vientre) es correcta para conseguir el producto con las características pretendidas

Precio: En un mercado libre este lo determina la oferta y la demanda. En el 95% de las ganaderías el precio unitario medio conseguido no cubre el coste de producción, hecho aceptado en aras de la pasión. Es esta pasión, junto al bolsillo del ganadero, la que determinará la sostenibilidad.

¿Se imaginan que pasaría si una empresa no pudiera vender sus productos durante un ejercicio económico completo? Lagarto, lagarto…y cuidado!!, la pasión sin razón es como darse un tiro en el pie.